miércoles, 4 de abril de 2018

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He pasado un buen rato intentado recuperar este blog. Primero no me acordaba del email con el que lo había creado. Cuando lo he recordado, no era capaz de dar con la contraseña. Pero ya estoy aquí.

Han pasado 8 años desde mi primera entrada. 8 años desde que empecé a escribir y casi 8 años desde que lo dejé. 8 años en los que he experimentado el amor, el tema principal de mis entradas aquí, en muchas formas diferentes pero todas ellas agridulces.

Sin embargo, hoy ha vuelto a mi cabeza una de las frases que me marcó de aquella etapa. Era una pequeña historia en un blog precioso (que hoy he visto que ya no existe) en el que la autora hablaba de un chico apocalipsis. Uno de esos chicos que con su mirada podía conseguir que sintieses que se acababa el mundo, que todo a tu alrededor dejaba de existir.
Esa historia me encantó y su autora me comentó en una antigua entrada algo sobre la posibilidad de que la protagonista de mi historia fuese una chica apocalipsis.
Y es curioso que nunca en estos 8 años le haya dicho a nadie que es un chico apocalipsis, hasta hoy. Se lo he escrito en un mensaje privado de Instagram que seguramente nunca leerá. Se lo he escrito a un chico que nunca he llegado a conocer en persona. Nunca nos han llegado a presentar, mejor dicho. También es curioso porque ha sido el único enamoramiento platónico que ya existía cuando comencé este blog hace 8 años y que aún a día de hoy conservo. Os (si es que esto lo lee alguien alguna vez) voy a contar un poco la historia:

Vi por primera vez al chico apocalipsis en una foto en una de esas redes sociales primitivas. Me enamoré. Él tenía novia y yo ni siquiera tenía claro que me gustasen los chicos. Le fui siguiendo la pista, me encantaba su estilo, las fotos que hacía y los textos que escribía.
De alguna manera pasó a un segundo plano hasta que una noche lo vi en la puerta de la discoteca. Era la primera vez que le veía en persona y, efectivamente, era un chico apocalipsis.
Pasaron varios años, sus fotos cada vez eran mejores y creo que se ganaba la vida con ellas. Yo seguía siendo un fan platónicamente enamorado del que jamás habría escuchado hablar.
Volvieron a pasar un par de años. Yo me había mudado al centro de Madrid. Un día bajaba por la calle Infantas y nos cruzamos. Y le miré por primera vez a los ojos. Y él me miro fijamente. Lo más probable es que yo me pusiese rojo como un tomate. Y a los pocos segundos, ¡ay, peliculero de mí!, volví la vista atrás por si él hacía lo mismo. Y lo hizo. Seguía andando pero había vuelto la cabeza y me estaba mirando de nuevo. Se me paró el corazón y eché a andar rápido sin mirar de nuevo hacia atrás.
Nos hemos cruzado alguna otra vez, la última hará cosa de un mes mientras él conducía una moto de alquiler por horas.
Hoy ha publicado esa foto en la que encarna lo que para mí es un chico apocalipsis. Mi mundo se ha parado unos segundos. La vorágine que consume mi vida llena de prisas, agobios, preocupaciones e incertidumbres se ha detenido por unos instantes por culpa de su mirada. "Mirada de chico Apocalipsis" le he dicho. Que el enamoramiento platónico a veces necesita un poco de coraje. ¿Coraje para qué? No tengo ni idea. Pero ahí está.

Eres mi chico apocalipsis.