sábado, 16 de mayo de 2020

La inercia del abrazo

Este pequeño rincón al que acudo muy de vez en cuando a modo de terapia gira en torno al amor. Sin embargo, hoy orbitará alrededor de algo más genérico como la vida y otros tipos de amor que no son el romántico.

Parece que vivimos un momento histórico y este suena a que lo es de verdad. En España somos muy de besar y de abrazarnos a la primera de cambio y, aunque yo me quejase a menudo de este exceso de afecto, ahora lo echo enormemente de menos. Después de un mes de reuniones semanales cuidadosamente agendadas con varios días de antelación, la cosa decayó y hace poco pudimos volver a pasear. En esos paseos he podido ver a la mayoría de amigos con los que me tomaba una copa pantalla mediante. Y el no poder besarnos y abrazarnos ha sido un verdadero choque. Para mí, que he pasado la cuarentena solo, ver al fin a gente conocida, de casualidad y de manera física, provocaba una inercia del abrazo que he tenido que reprimir. Choque de codos o de talones. Lo siento pero no lo compro.

Han sido mis amigos los que consiguieron que un cumpleaños en soledad y confinado fuese una fiesta gracias a regalos inesperados en cajas de cartón y una sala virtual llena de gente riendo y bebiendo hasta bien entrada la madrugada. Han sido sus llamadas, sus detalles y su atención lo que me ha hecho mucho más fácil sobrellevar una situación que pocos pensábamos que podríamos vivir. 

Uno puede acostumbrarse, aunque malamente, a vivir largas temporadas sin un amor romántico correspondido y pleno. Pero creo que la existencia sin el amor de la amistad sería un lugar frío y muy oscuro. Son ellos los que te sacan de la cama o del sofá cuando no tú no puedes. Son ellos los que pagan las copas que hagan falta hasta que dejes de pensar en esa persona que no te hacía ningún bien. Son ellos los que cambian sus planes si toca celebrar algo inesperado. Son ellos los que llenan de luz un bar desangelado de Madrid. Son ellos en los que piensas cuando piensas en cómo será tu vida en 20 años. Son ellos el resultado de una búsqueda involuntaria a lo largo de la vida. 

Para mí, ellos son el camino y la Ítaca de Kavafis.

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

(...)
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.


Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.


Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.