viernes, 18 de mayo de 2018

Siempre reinarás

Ojalá en otra vida podamos volver a vivir nuestra historia sin los errores que cometimos. Sólo así podremos tener la felicidad que nos merecemos. Sólo así un amor tan grande como el que nos profesamos podrá verse realizado.

Sólo en otra vida podrá ser. Nosotros malgastamos nuestro cartucho. Tuvimos en las manos la oportunidad de vivir una de las más bellas historias de amor. Pero somos humanos y erramos continuamente repitiendo nuestros fallos.

Por eso sólo podrá ser en otra vida. Porque aquí cerramos el capítulo. Porque nos hemos encargado de acabar con esta historia cuando podíamos haber conseguido que viviese para siempre. Por eso espero que en otra vida, otro tú y otro yo, pero que sigamos siendo tú y yo, seamos capaces de hacerlo bien y de vivir un amor como el que nos profesamos.

sábado, 12 de mayo de 2018

miércoles, 9 de mayo de 2018

Despertar



Siempre sueño pero no suelo recordar nada cuando me despierto. Pero desde hace dos semanas sueño cada noche y recuerdo cada momento. Siempre estás tú. También estoy yo. Normalmente estamos en el sofá, abrazados. Como nos gustaba estar. Al menos a mí. Nos abrazamos y nos decimos que sí, que esta vez sí, que ahora va a estar todo bien. Nos abrazamos y nos queremos. Solos tú y yo. Pero no. Abro los ojos y no estoy en el sofá. Abro los ojos y estoy en una cama que me es extraña. Estoy solo, me falta la mitad de mi vida, me falta el vacío que siento por dentro desde que te fuiste. Abro los ojos y nada está bien. Tú no estás. No ha habido abrazo. No ha habido nada. Cada mañana miro el móvil esperando un mensaje. Esperando que eso que me has dicho en sueños lo hayas escrito y me lo hayas enviado. Pero no. Tampoco hay nada. Bueno, sí hay cosas: notificaciones y mensajes que me dan igual porque sólo espero uno. Ese que no llega. Al igual que el abrazo que en lo más profundo de mi ser temo que nunca más se vuelva a producir.

domingo, 6 de mayo de 2018


Nunca te conté que yo también escribía. Nada que ver con lo que escribes tú, claro. Tú tienes talento de verdad aunque no quieras hacerme caso. Hoy has vuelto de viaje y yo había dejado las llaves en la mesa. Concretamente encima de un libro que no elegí por casualidad. Si haces memoria creo que podrás entenderlo.

Has llegado a nuestra casa, que ahora ya es sólo tuya, y me has escrito. Ya estabas de vuelta. Me había dejado mil cosas. No he sabido empaquetar cuatro años de mi vida contigo y llevármelas a 20 metros cuadrados. Aquí tengo lo justo, tampoco necesito más. Bueno, sí que necesito más. Te necesito a ti. Llevo dos semanas intentando convencerme de que esto es lo correcto pero no hay manera.

Recuerdo los últimos meses, y fueron muchos, como cuando estás en una cena o en una fiesta y tienes ganas de irte a casa a dormir, a ver la tele, a hacer lo que te dé la gana, pero quieres irte. Habíamos caído en la rutina y tú fuiste el primero que se atrevió a gritarlo. A partir de ahí fueron discusiones, peleas, muchas lágrimas, noches de dormir separados, esfuerzos por cambiar y una necesidad interior de que nada cambiase para que todo terminase. Y ya está. Y se ha acabado.

Ahora ya no te espero en el sofá cuando vuelves de viaje, de la compra, de trabajar o de quedar con alguien. Yo hacía como que no me daba cuenta de que llegabas pero en realidad todo mi cuerpo ardía de felicidad. El ascensor siempre te delataba. Y ya estaba todo, ya estabas tú, porque tú eras todo. Ahora ya no puedo desordenar tu mundo. Una vez lo llamaste mi «delicioso caos» (con comillas españolas, para que veas que leo tu blog - las he cogido a la manera castiza, por cierto). Me encantaba sacarte de tus casillas, era una suerte de travesura pero con la que yo me derretía viendo cómo te hacías el enfadado. Aunque a veces te enfadabas de verdad, yo creo. Escribiendo esto último se me empieza a nublar la vista porque las lágrimas dicen que no tienen sitio aquí. Justo se ha puesto a llover hace un rato, espero que no te hayas dormido con la ventana abierta y se manche la alfombra.

Hemos hecho tantas cosas mal... Ojalá en las miles de veces que hemos intentado arreglarlo lo hubiésemos hecho bien, creo que ahora he visto cuál es la manera correcta. Pero estas cosas siempre llegan tarde. Es todo tan fácil cuando piensas en las noches de insomnio... Ves todos los errores y la forma de evitarlos. Pero sobre todo lo que he visto ha sido un amor desmedido. Un amor desmedido por ti, por nuestras diferencias, por nuestros detalles, por la cotidianidad, por tu cara de niño pequeño cuando te quedas dormido, por venir a hacerme carantoñas por las mañanas para que sólo tuvieses como respuesta un gruñido.

Desearía poder decir que este no es el final. Desearía borrar todo lo malo y volver a ese 31 de agosto cuando apareciste en mi vida. Este fin de semana estuve en el bar donde nos presentaron. Lo habíamos alquilado para una fiesta y estaba la mesa en la que estuvimos sentados. Un amigo dijo que estaba en el medio y que esa mesa sobraba. ¿Cómo puede sobrar la mesa en la que comenzó lo mejor que me ha pasado en lo que llevo de vida? No tiene ni idea. En esa mesa te dije que me gustaba tu reloj. Yo nunca llevaba. Ahora no me lo quito porque me lo regalaste tú. Te ibas de viaje y me dijiste que me lo dabas para que pudiese contar el tiempo que faltaba para tenerte de vuelta. Tampoco te conté que ese día yo estaba harto de todo, de ti, de nuestra vida y quise acabar con ello. Pero entonces llegué a casa, me dijiste eso y no pude imaginar ninguna hora de mi vida en la que tú no estuvieses.


Mi prosa es descontrolada, no sigo ningún esquema, escribo según vienen las palabras a mi cabeza. Es un buen reflejo de cómo vivo. Tú eras mi esquema. Tú eras mi orden. Tú eras la veleta que marcaba el rumbo. Y ahora tus diarios se los dedicarás a otro y yo tendré que aprender a ordenar mi caos. Me dijiste que te pidiese lo que fuese. Volvamos atrás.