jueves, 6 de septiembre de 2018

IV

Me gustaría decir que la fecha ha pasado desapercibida. Me encantaría pensar que no me he acordado de ti hoy. Hay muchas cosas que no son como me gustaría que fuesen.

Pero por supuesto que me he acordado de ti. Me he acordado del 5 de septiembre del año pasado. Y del anterior. Y del otro. Y de aquel en que quedamos a cenar de manera improvisada aunque llevaba toda la semana pensando en ese día. Cenamos en un restaurante de la que un año más tarde sería nuestra calle. Y cuatro años más tarde lo es solo mía. He vuelto a leer esa entrada de tu blog. Qué mal hicimos todo desde el principio, ¿verdad? Y aún así se me hace un nudo en el estómago pensando en esos días contigo, incluso en los peores, haciendo cálidos hasta los días más fríos con uno de esos abrazos tuyos en los que te quedabas dormido.

También me he acordado del 31 de agosto, de aquel en que ibas con tu polo y tu pantalón vaquero. El mismo que te llene de salsa de soja para dejarte claro desde el principio que era la persona más torpe que ibas a conocer. Ahora que lo pienso, el bar donde nos presentaron también está en la que iba a ser nuestra calle un año más tarde. Has llenado mi ciudad de ti. Y, joder, qué difícil es todo así.

Nos ahogábamos juntos. Ahora volamos felices por separado pero hay momentos en los que cambiaría toda esta liberación por un instante contigo, abrazados en la cama; por un instante contigo haciendo el tonto y riéndome en uno de esos trocitos de felicidad que eran casi nada pero que me servían de tanto.

Eso es lo que duele. No duele la traición. No duele el silencio. Un día seremos amigos. O no. Pero duele saber que nunca más volverán esos instantes que llenaban mi vida de sentido y me calentaban el corazón. Esa complicidad. Tú y yo.

https://www.youtube.com/watch?v=gZdkFgmK1qY

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