martes, 26 de noviembre de 2019

La omnipresencia del Apocalipsis

El 4 de abril de 2018 publiqué una entrada sobre un chico Apocalipsis. Uno de esos que consiguen que se te pare el mundo delante de tus narices solo con mirarle a los ojos.

La historia del chico Apocalipsis está en ese post. Pero necesita una pequeña actualización. Tarde, como todo y como siempre, pero allá va.

El chico Apocalipsis de mi vida siempre ha estado presente, flotando en una nebulosa que de vez en cuando se hace claridad cuando me sale en Facebook que va a pinchar a las 4 de la madrugada al festival de moda o cosas así.

Pocos días después de que publicase la entrada sobre el chico Apocalipsis, mi vida dio varias vueltas de campana. Y en los meses siguientes, ya en invierno, fui a ver una habitación en un piso compartido. Una amiga de una amiga, a la que conocía de un par de fiestas, ofrecía un cuarto en su piso a alguien de confianza y allá que fui. El piso era guay, los compañeros parecían majos pero la habitación era un pequeño agujero sin casi luz que no me convenció. El piso me lo enseñó una chica genial, que tocaba en una banda. Ni idea. A los dos días, viendo el programa de moda en YouTube apareció la chica y su banda. Una de esas bandas de chicas que hacen rock y lo petan fuerte. Aquí y en EEUU. Toma ya. Ahí que fui a investigar quiénes eran. La música era genial. E investigando en el IG de la que nunca llegó a ser mi compañera de piso, apareció el chico Apocalipsis.

El chico Apocalipsis y la chica de la banda de moda eran novios. Por segunda vez en la vida me cruzaba con una de las novias de mi chico Apocalipsis. ¿Cuántas probabilidades hay de que eso pase en una ciudad de no sé cuántos millones de habitantes? Bueno, pues ahí estaba él. Con ella. Y hoy, no sé muy bien cómo ni por qué, he vuelto al chico Apocalipsis, a sus fotos de 2009 y a la música que compartía.

Y he vuelto al día en que nos cruzamos por la calle y nos miramos y seguimos andando y los dos nos giramos y nos volvimos a mirar. Quizás tendría que haberle echado cojones y haber ido a saludarle. O al menos lanzarle una sonrisa en vez de salir corriendo como si viese el fin del mundo venir.

Espero que todo te vaya bien, chico Apocalipsis. Nunca leíste el mensaje que te envié. Ojalá nos volvamos a cruzar.

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