He vuelto a leer todas las entradas que he escrito estos meses. Son lo más parecido a un diario que tengo. Y me sigo emocionando leyéndolas.
Todo está acabado pero hubo momentos tan maravillosos que soy incapaz de soltarlos y perderlos para siempre. Aún hay días en los que me despierto y te oigo cantando como lo hacías en los últimos meses. Hay veces en las que no quiero salir de la cama y medio dormido me sale ese ruidito que hacíamos los dos. A veces paseo por Madrid y busco tu mano.
Dejarlo era la solución. Se acabó la ansiedad. Se acabaron las mentiras. Se acabó ese peso. Pero llegó el miedo, el vacío y tu ausencia. Y, joder, no puedo dejar de echarte de menos.
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